
El Origen
- gerrysalmontics
- 18 jul
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El siguiente texto, es una transcripción fragmentada de un largo códice escrito por un cronista mestizo originario de la Anáhuac, que buscaba hablarles de la realidad de lo ahí vivido, no los mensajes tergiversados y verdades a medias que les hacían llegar, aquí el autor les revela a miembros de la Corona Española el cono el hijo de dos pueblos interpreta todo que veia basico para entender a el "Nuevo Mundo":
"CÓDICE DIVINUS
Libro Primero – De Cómo la Oscuridad Fue Extendida y el Mundo Tomó Forma
Relación escrita por Itzcóatl Domingo, nacido del códice y del maíz, testigo del fuego y del eclipse
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I. El Espejo y la Nada
Después del pensamiento sin cuerpo.
Después de la voz sin boca.
Después del sueño del Teotl,
hubo conciencia, hubo dualidad.
Ometeotl.
Y esa conciencia se vio a sí misma como en agua quieta.
Así nació el Ser.
Fue llamado Tezcatlipoca,
el que porta el espejo que humea,
el que contempla desde el abismo sin reflejo,
el que es peso y conciencia,
el que se basta en sí.
Mas su contemplación era profunda y encerrada.
Era como un pozo sin eco.
Y aunque era Todo, no era Movimiento.
II. El Desgarrador de Capas
Entonces el Teotl parió su segundo rostro.
Una grieta nació en la quietud:
el Temblor.
El brote.
El Pulso.
Xipe Tótec, el que muda su piel,
el que sangra como flor recién herida,
vino a romper la oscuridad densa.
Él fue el Cambio.
Por él los dioses sangran para sembrar,
por él la piedra se hace polvo y luego brote,
por él lo viejo se convierte en máscara.
Y al desgarrarse el Ser,
nació el resplandor.
III. La Espiral y el Canto
Del cambio nació la Luz.
Del primer temblor nació el soplo.
Del soplo, la espiral.
Así nació Quetzalcóatl,
el gemelo del aliento,
el que baja en caracol,
el que canta en la concha,
el que nombra con viento y pluma.
Él fue la Palabra,
la dirección,
el resplandor que dibuja nombres en el polvo.
Y con él, el Teotl tuvo boca.
Y con su canto, el Teotl quiso crear.
IV. El Hambre Infinita
Pero en todo canto, hay pausa.
En toda luz, una sombra.
Así, sin que se le llamase,
brotó del fondo de lo nombrado
una Tzitzimitl sin estrella,
una bestia sin madre:
Cipactli.
Ella era la sed que no sacia,
el cuerpo sin medida,
el hambre que ruge con mil bocas y mira con mil ojos.
No fue diosa, ni demonio.
Fue la materia misma.
El caos sin rostro.
El borde sin límite.
Impedía toda forma.
Tragaba lo que el canto de nuestros Teteoh intentaba tejer.
V. El Estiramiento del Monstruo
Entonces Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se miraron.
Sabían que no habría mundo mientras Cipactli danzase libre.
Así, urdieron un acto sagrado.
Tezcatlipoca extendió su pierna como chispa.
La hizo brillar como estrella.
Cipactli atraída, fue y mordió con furor de mil lenguas.
Y cuando su hocico se cerró,
los dos dioses, pelearon, batallaron y al final la sujetaron.
La estiraron,
la rasgaron,
la elevaron y bajaron,
como se extiende una red sobre la noche.
El estiramiento fue la expansión.
Un sagrado comienzo.
De su lomo, las cordilleras.
De sus fauces, los barrancos.
De sus ojos, los lagos.
De sus escamas, los campos.
De su silencio, el tiempo.
Y allí nació Tlaltecuhtli,
rostro endurecido de la tierra.
La parte masculina que quedó viva.
El cuerpo que sostiene los pasos.
El mundo ya tenía forma.
Pero aún no tenía sol.
VI. El Guerrero del Sur
Cuando el polvo de las estrellas se asentó,
cuando Cipactli fue inmóvil y el cielo aún oscuro,
brotó de una a descarnada cinco plumas, cinco madres.
Y de una de ellas, un fuego nuevo.
Nacido del corazón de una estrella guardada bajo la falda de serpientes.
Huitzilopochtli.
traía el grito y el filo.
Él no vino a nombrar.
Él vino a juzgar.
Vio a los primeros seres,
nacidos del caos estelar,
llenos de ira en busca de acabar con quien los dio a luz,
eran hermanos suyos:
Coyolxauhqui y los Cenzonhuitznahua.
Y con su Xiuhcoatl, serpiente ardiente,
a su madre defendio y uno a uno los abatió,
y con sus cuerpos formó las estrellas.
El cielo que miramos es su campo de batalla.
Cada constelación es una herida encendida.
Así fue el principio.
Primero el Ser que se piensa.
Luego el Cambio que lo rompe.
Después la Luz que lo nombra.
Y finalmente la Voluntad que lo hace arder.
Solo entonces pudo nacer el mundo.
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Aquí finaliza el primer canto."

















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